Agustina Caride leyó Almas nocrturnas, la novela de Lucila Varise, y reseñó el libro mostrando, desde una suerte de panóptico de lector, el recorrido que hizo de sus páginas. Por acá, pueden leer el texto completo:
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Almas nocturnas, como bien adelanta el prólogo, es una novela de trama intrincada, donde la historia viaja en el tiempo y en el espacio. Y si bien está narrada por distintos puntos de vista, me parece que son dos los personajes que llevan la historia: Mica y Zooey. No porque sean las que reciben un mayor espacio de parte de la autora, sino porque desde un principio las tenemos conectadas en distintas circunstancias. Ambas están en una fiesta, ambas están atravesadas por un chico, Chaco, y ambas tienen una máquina de fotos, y sacan fotos.
Pero si de protagonistas se trata, diría que es esa cámara la estrella principal que recorre la historia. Es, en definitiva, el objeto del misterio.
Mientras un accidente de auto deja varada a Mica en medio de una ruta (con otras dos amigas), Zoey intenta deshacerse de su cámara de fotos, la cual trae consigo una historia difícil de desprender. Y hasta acá llegamos. El resto, hay que leerlo.
Almas nocturnas no es un texto fácil. Desde un principio uno, como lector, está totalmente perdido, al igual que los personajes. “Todavía no se dio cuenta de nada”, dice uno ya promediando la mitad de la novela. No solo Mica es la que sigue sin entender, sino uno como lector.
Hay un constante juego para desorientar. El modo en que se estructura la novela también colabora. Está contada por distintas voces, salta en el tiempo y en los lugares. Por momentos estamos en la fiesta, por momentos en un departamento, por otros en la ruta. Pareciera que confundir es parte de la estrategia de la autora. “A veces las cosas se confunden como si estuviera desconectado del tiempo”. Y eso me gusta. Es arriesgado y lo rescato. Dentro del segmento juvenil no es común encontrar este recurso. Las historias suelen ser lineales y apostar por la diferencia es una apuesta valiente.
Pero tal vez, me hubiera gustado estar perdida sobre tierra firme. Tener, cada tanto, algo a qué aferrarme. Me llamó la atención que no hubiera padres, siendo chicos en etapa escolar. No hay adultos a quien llamar en los momentos de miedo o duda, Zooey vive con otro chico de su edad, de Mica no sabemos nada. Los lugares no están definidos, no se sabe dónde es la fiesta, cuál es la ruta, de dónde viene y hacia dónde va. Son detalles que, si bien no hacen al argumento, ayudarían al lector a transitar seguro dentro del desconcierto.
Cuando leo deposito, a priori, cierta confianza hacia el escritor, o si se quiere hacia el libro. Si la trama no se entiende, pienso que por algo será. Pero como todo lector, avanzo buscando señales que me lleven a entender eso que al principio era enrevesado. Almas nocturnas ofrece una explicación, las cosas terminan cuadrando hacia el final y uno siente que encontró el norte. Tal vez, me hubiera gustado no esperar tanto, que la historia no dependiera de ese último gong, como si el efecto sorpresa fuera lo único que la historia puede dar. O tal vez sea parte del laberinto en el que la autora nos quiere tener. O tentar.