Ya a tres semanas de lanzado el Premio La Bestia Equilátera de Novela, les dejamos un cuestionario sobre las perspectivas de la novela como género, que desde el diario El País hacen a una veintena de escritores hispanoamericanos. Entre los autores que responden, están Martín Kohan y Oliverio Coelho, jurado del premio.
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El desarrollo continuo y exponencial de las tecnologías transforma el mundo tal y como lo conocemos constantemente. Ante esta influencia, preguntamos a una veintena de escritores españoles y latinoamericanos por sus opiniones respecto al futuro de la literatura y, más concretamente, de la novela a través de tres preguntas: 1 ¿Qué es una novela hoy en medio del cambio de paradigma tecnológico? ¿Se conserva su esencia?; 2 ¿Cuál es el estado de la novela como género en la actualidad? ¿Está en fase de extinción?; 3 Cree que las tecnologías emergentes y soportes de lectura son una amenaza para la novela?
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YOLANDA ARROYO PIZARRO (Puerto Rico)
1- Creo que el cambio viene, pero no es ahora. Aún existen arduos defensores/lectores/escritores del género que lucharán porque permanezca. Pero una década más y me anticipo a decir que la evolución es inminente.
2- No pienso en su extinción, mas sí en su cambio. Cada vez nos encontramos con una mayor cantidad de lectores que se rehúsan a adquirir/leer novelas de extensión extendida. Prefieren el hiperrealismo, la escena activa, el microrrelato, el micro- capítulo. Además, se va privilegiando cada vez más el texto multilingüe, una novela que en tiempo real pueda ser leída por más de un lector multi-idiomático. El escritor tiene ante sí una lucha por defender el género de si mismo, es decir, tiene que entretener mientras compite con una infinidad de otras distracciones y ello obligará el cambio novelar.
3- Creo que estos nuevos soportes modificarán la manera de novelar, y aquellos que se vayan haciendo expertos en la materia, serán los escritores que sobrevivirán y sobresaldrán en esa nueva manera de escribir. Ya sucedió antes cuando la longitud de la novela fue modificada por los lectores modernos. Ya nadie lee novelas de 400 o más páginas.
PABLO CASACUBERTA (Uruguay)
1- Primero que nada, hay que establecer que la novela como la conocemos es en sí misma el resultado de un cambio tecnológico, la imprenta. Más que cambiar estructuralmente, hoy la novela ha pasado a estar inserta en un panorama muy denso de intercambio de información y de estímulos visuales. Por lo que es probable que, cada vez más, la novela se vea rodeada de elementos subsidiarios y multimediáticos, como entrevistas, adaptaciones audiovisuales o exploraciones gráficas de su contenido, de tal forma que el texto en si mismo se tome como el punto de partida para una serie de ampliaciones hipertextuales. En buena medida este proceso ha venido desarrollándose por décadas, pero internet ha puesto al lector en una posición de explorador con acceso inmediato a ese «mundo ampliado» del libro, una tarea que antes era exclusivamente bibliográfica y que demandaba una lenta y concentrada investigación.
2- La novela ha sobrevivido no sólo por su insustituible demanda de colaboración con el lector en la construcción de un mundo ficcional, sino también por su capacidad de asimilar e incorporar innumerables gramáticas de otros géneros, valiéndose de códigos del cine, de la radionovela, de la televisión, del diario personal, del blog. No podemos evaluar la salud de la novela actual en función de su parecido con Madame Bovary o con Rojo y Negro, sino en virtud de la vigencia de un modelo de interacción. La novela sigue suponiendo un autor que invita al lector a generar en complicidad un mundo en común, del cual el texto apenas aporta unas pautas muy generales, que deben ser convertidas en escenas y personajes de carne y hueso mediante un sostenido esfuerzo de lectura. Esa dinámica no ha cambiado, y no parece ser pasible de ser sustituida por otras formas más pasivas de figuración, pues es en esa comunión entre autor y lector que se sustenta la existencia misma del género. El desarrollo del cine y de la televisión coinciden con una explosión de la novela, no con una merma, y todo parece indicar que ese proceso seguirá vigente. Algunas tecnologías, como la rueda o la silla, han cambiado bastante poco desde su invención, pues satisfacen y definen en forma simple una necesidad primaria. Me siento tentado a pensar que la novela pertenece a ese género de invenciones.
3- En el mundo se publican entre dos y tres millones de títulos por año. El volumen de lo publicado en las últimas décadas no ha decrecido sustancialmente. Eso no quiere decir mucho, porque podría estar ocurriendo que el consumo de libros se mantenga estable pero su lectura efectiva decrezca. Sin embargo, considero al libro no como un soporte material sino como un proceso. El proceso de lectura. En qué plataforma material y tecnológica tome lugar ese proceso debería preocuparnos sólo cuando notemos que las personas están dejando de leer en absoluto. Por el momento las estadísticas sugieren que se leen menos libros, pero más información en pantalla. Ese cambio podría interpretarse de varias maneras. Por una parte, podría considerarse que sólo ha cambiado el formato. Pero hay que tomar en cuenta que cada plataforma tiene una modalidad de atención distinta, y que lo que seguramente esté ocurriendo es que la lectura de pantalla se refiera mayormente a piezas breves, noticias y comentarios. Es decir, que la disposición a leer sea menor en el sentido absoluto. De ser así, la novela irá convirtiéndose en un producto marginal, destinado a ser consumido por cierta élite intelectual. Lo que acaso no resulte muy distinto al lugar que ocupaba en la primera mitad del siglo XX. Sería una pena que eso ocurriera. En otro escenario posible, el libro electrónico acaso realmente conquiste al público, generando un modelo de lector que lleva todos sus libros consigo todo el tiempo, y que sea capaz de generar innumerables vínculos intertextuales. Es demasiado temprano para descartar un desarrollo de esa naturaleza. Mientras la historia elucida esa disyuntiva, el énfasis no debería estar en la difusión del libro como objeto, sino del acto de leer, pues es en todo caso la merma en la lectura lo que debería estarnos preocupando.
OLIVERIO COELHO (Argentina)
1- La novela conserva su esencia y cualquier pensamiento apocalíptico al respecto es coyuntural. El cambio de paradigma tecnológico puede modificar el modo de leer, pero es prematuro pensar que pueda cambiar, ahora, el modo de escribir novelas. Creo que sigue habiendo grandes relatos. Es más probable que cierta vuelta a la narración más ambiciosa operada en series como Mad men, Breaking bad, Six feet under- intervenga en el imaginario de los escritores e incida en el futuro de la novela. No extinguiendo la novela, sino dándole un nuevo horizonte narrativo que la devuelve a su origen totalizador: género capaz de hilar, bajo el espesor de una voz, vidas, familias, sociedades, procesos históricos, distopías.
3- Si existe una crisis en la novela, es previa a las nuevas tecnologías. Podríamos hablar de un agotamiento formal y de una especie de apatía de algunos escritores contemporáneos por asumir riesgos o encontrar historias potentes, y ni siquiera esto es generalizable, porque siguen escribiéndose grandes novelas y siguen apareciendo escrituras singulares. Por otra parte las nuevas tecnologías y soportes de lectura no hacen más que redefinir el panorama y podríamos ver en ellas un complemento para la literatura: volverla más accesible y cómoda. Habrá gente en el futuro -u hoy- que, aunque no tenga espacio para bibliotecas en sus micro hogares, si tendrá el deseo de leer, y de alguna manera los nuevos soportes de lecturas vienen a ofrecer una solución, una mágica síntesis.
JUAN DAVID CORREA (Colombia)
1- La novela nunca ha sido un género estático. Es más, su definición está precisamente en su heterodoxia y diversidad de enfoques. Que ahora quepan cosas del mundo virtual no quiere decir que estemos ante el abismo, sino todo lo contrario: estamos asistiendo quizás a uno de las decenas de cambios que el género ha tenido en la modernidad: si en el Quijote cabían las novelas pastoriles, la burla a las novelas de caballería, los refranes populares, hoy los chats, la inmediatez, y los recursos de esta época pueden hacerlo sin escándalo.
2- Lo dudo: hoy se venden más novelas que antes. No es la novela la que está en crisis, es el mundo. Echarle la culpa es cuando menos temerario. Creo que las nuevas tecnologías no acabaran con la novela pues nunca, al decir de Monsiváis, ha sido un género masivo. No se puede poner a competir una cosa con la otra. Los lectores de novelas, que somos pocos, pero seguimos existiendo, prevaleceremos por muchas redes sociales, chats, videos, películas y demás nuevas tecnologías que estén al servicio de la humanidad.
¿Hay un agotamiento o crisis de la novela como género literario? ¿A qué se debe esta mirada apocalíptica? ¿Acaso las nuevas tecnologías son una amenaza para la novela? Siempre hay una crisis con la novela y la novela sigue marchando. Creo que el arte despierta en mucha gente una especie de incertidumbre. Yo veo la novela como un virus feroz. No somos capaces de matarla. Cada vez que creemos que la entendemos cambia de forma y sobrevive.
AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO (España)
1- 3- Empecemos por aclarar que desde que las sociedades tienen memoria y canon, todo producto cultural nuevo se da cuando algún componente de la cultura profana se introduce en el ámbito de la “cultura valorizada”, operándose entre ambas un intercambio de valores. Sin ese intercambio de valores no hay avance cultural. El nuevo producto es después absorbido por la cultura valorizada y pasa a la tradición y al canon. Y así sucesivamente.
La obra hecha exclusivamente a través de elementos profanos se queda en ese ámbito y no produce cambios sociales ni hace avanzar a una sociedad –es lo que comúnmente llamamos “moda”-. De la misma manera, una obra hecha exclusivamente a través de elementos de alta cultura no produce tampoco cambios en la sociedad –es lo que llamamos erudición-. Ambas prácticas son autistas.
Además, ocurre -y esto también es tan antiguo como las artes-, que toda generación de escritores ya consolidados cree que la historia se termina con ellos, y toda generación emergente cree que es ella quien lo renueva todo. Y en parte es verdad. Algo se extingue para que otra cosa emerja. Pero también algo permanece constante en esa transformación –de lo contrario estaríamos hablando de magia o quimérica metamorfosis-, y lo que permanece constante es la capacidad de contar y entender la contemporaneidad a través del pensamiento, es decir, a través de las palabras. Naturalmente la manera de mostrase hoy todo eso es diferente a hace 50, incluso 20 años. Nadie escribe hoy como hace 50 años, y ni falta que hace. Nadie hace hoy música como hace 100 años, y ni falta que hace. Todo eso ya está en el ADN cultural, incorporado queramos o no. Lo que está en crisis, pues, es un modelo de novela, pero no el género novela. Y digo que está en crisis porque es cierto que la novela ha pasado de ser un arte hegemónico a una manifestación cultural que no posee la capacidad de transformar la sociedad en su conjunto. A lo sumo, mueve algo individualmente, en el lector, pero no es capaz de crear grandes relatos sociales. Esos grandes relatos sociales quedan hoy reservados para el cine, la arquitectura, la música, las ciencias y los sistemas digitales en Red. De cualquier manera, eso no me disgusta especialmente, yo escribo para mí, para investigar mi poética, y creo que eso debería bastarle a cualquiera. Cada época tiene su propio ecosistema –que incluye a todo a todo lo que del pasado se ha trasmitido al presente-, y el creador lo que hace es generar pensamiento con las herramientas que ese entorno le brinda. Sólo eso. Si no, no es creador.
Respecto a las nuevas tecnologías, el campo es enorme. Las tablet, por ejemplo, dan la oportunidad al escritor de crear a través de la palabra, del vídeo, del sonido, convirtiéndose así la obra en un artefacto aún por definir y el escritor en una especie de “compositor” que maneja de manera creativa diferentes lenguajes. En ese campo aún estamos en las cuevas de Altamira, y creo que es lo que tendrá más expansión para generar relatos que expliquen de alguna manera el mundo. Eso sí, reivindico el derecho de cualquiera a crear historias de la manera en que le dé la gana: con ordenador, en papiro o con un cincel sobre una piedra.
NONA FERNÁNDEZ (Chile)
1- 2- 3- Cree que las tecnologías emergentes y soportes de lectura son una amenaza para la novela? La novela es un monstruo vivo, alerta, con las antenas abiertas. Muta, se replantea, se reorganiza, avanza y retrocede, está en constante movimiento. Nunca va a desaparecer porque como buen artefacto artístico se alimenta de su tiempo, de su época, por lo tanto debe contenerlos con todo sus replanteamientos. La novela ha demostrado a lo largo de su vida que es capaz de nutrirse del mundo audiovisual, del mundo virtual, de todos los mundos posibles, porque esa es su principal virtud, la de adaptarse y sacarle provecho y luz a su entorno. La novela no le tiene miedo a las plataformas virtuales, no le tiene miedo a los cambios porque se alimenta de ellos, son los autores los temerosos. Un escritor debiera, lo mismo que la novela, estar a la altura de su época. La novela tiene tantas formas que aún desconocemos, que eso la hace profundamente seductora. Como creador, ¿cómo no querer descubrir hasta dónde pueden llegar sus límites? ¿Tiene límites la novela?
WENDY GUERRA (Cuba)
1- Escribo desde otro mundo y siento que en esto somos la excepción. Vivo en Cuba, ese lugar en el que leer una novela es el único modo de comunicarse con la vida real. Entender un personaje es descubrir cómo vive el resto del mundo, nosotros estamos en otro estado, para los cubanos de la isla leer una novela es vivir la vida de los otros. Esa ha sido la esencia de la literatura en estos años. Como casi nadie tiene internet y en nuestras librerías raramente se editan novelas contemporáneas, traerlas y hacerlas circular es un lujo, los amigos hacen cola para leer las novelas de Roncagliolo, Jorge Volpi, Alejandro Zambra.
2- En la medida que existan sociedades cerradas donde la información no fluya con facilidad, una novela pasa como asentamiento reciente de la historia cotidiana, es para los cubanos oro molido que sirve como ventana para entender cómo se come, se ama, se viste y se respira en el resto de occidente. Una novela escrita ayer en México o Barcelona es un plano secuencia sin corte de lo que puede pasar en Cuba dentro de cinco años. Leer una novela es identificarnos con nuestra próxima sinopsis de vida. Como ves la novela sigue siendo eterna, sobre todos para los que vivimos en desventaja con los medios.
3- Escribo novelas que son diarios de vida, en ellas hago diluir la verdad con la ficción. Este es el único modo de hacerme entender desde una sociedad socialista en extinción. Es por eso que veo los medios como parte importante (aun prohibida) de su circulación. Si estos diarios de vida de una cubana se trasmitieran en vivo por las nuevas tecnologías, la visión interactiva que tengo de la novela sanaría la sensación de encierro que trasmito en mi escritura diaria.
La novela no ha muerto, ha variado con la llegada de este tipo de narrativa que hacemos varios de los autores contemporáneos que, sin querer, imprimimos estilos de supervivencia, y con ellos vamos creando otras estructuras, partiendo del ideal romántico de novela y sus variaciones. Mientras exista una historia que contar o un dolor que sanar, habrá novela, aceptemos todos los soportes que la hagan viajar, perdurar en planos complejos como el mío. Una buena novela es una ventana al mundo y aun puede cambiar la vida de un cubano.
GUSTAVO GUERRERO (Venezuela)
1- La novela nunca ha tenido una esencia ni ha sido un género normativo y eso es justamente lo que le ha permitido transformarse a través del tiempo y adaptarse a las distintas épocas y públicos. Además, ha sido uno de los géneros modernos cuya apertura ha favorecido la integración de las formas narrativas de la cultura popular (lo sentimental, fantástico, lo policiaco, etc.) y ha hecho visibles así a otros grupos sociales ampliando las representaciones que una sociedad se da de sí misma. No creo que, de un día para otro, vaya a dejar de cumplir este papel estético, político y democrático. Lo que ha cambiado es que hoy el libro y la escritura ya no ocupan el centro de nuestra cultura y que la novela, como los demás géneros literarios, está aprendiendo a convivir con otras modalidades de expresión en un nuevo paisaje tecnológico y multimedia. Tengo la impresión de que, para nuestras últimas hornadas literarias, esta convivencia con la tecnología multimedia no constituye un verdadero problema. Hay sin duda algo generacional en esto, pues el problema no se plantea sino cuando se tiene una visión mas tradicional y reificada de la poesía o la novela.
2- No lo creo. Es un género mutante, siempre lo ha sido. Solo que tiene que hacer el duelo de su centralidad y aprender a sobrevivir, como la poesía, en un espacio multimedia y donde las fronteras entre la literatura y los otros modos de representación se han hecho cada vez mas porosas. A mi modo de ver, su presente y su futuro, si se entiende por ello la capacidad de renovación del género, pasa por la doble perspectiva de un recentramiento sobre los poderes propios de la escritura y un dialogo con otros medios. Lo uno por lo otro, lo uno con lo otro. Las dos cosas están estrechamente relacionadas, por supuesto.
3- Obviamente, no. Aunque progresa lentamente en Europa, la difusión, del libro digital no cesa de crecer. Y también la oferta multimedia vinculada a las tabletas. Con ello estamos entrando en un tiempo distinto porque un soporte es siempre algo más que un soporte: es una nueva sensibilidad y la fuente de nuevos modos de lectura, como lo decía Walter Benjamin. Es temprano aun para saber cómo los géneros literarios van a incorporar estos cambios. Pero no es tarde para plantearse la pregunta y tratar de responderla. En todo caso, me parece más interesante que volver otra vez al tópico de la muerte de la novela y la crisis de la cultura contemporánea.
RAFAEL GUMUCIO (Chile)
1- 2- 3- Creo que Goytisolo tiene toda la razón y está absolutamente equivocado. Es evidente que la novela no es Europa no está en el centro del debate intelectual y moral. La novela, como la canción de protesta o el rock n rol se ha convertido en una época de la vida, algo que se consume con hambre de los quince a los treinta, pero que deja de ser un tema importante para los mayores de treinta años. No es así en el todo el mundo. En china, en Sudáfrica, en estados unidos, en América Latina (en algunos países más que en otro) en los suburbios de inmigrante de Londres, París y Nueva York la novela es aún la forma principal de contar la historia. La lista de los más reciente premios nobeles- casi todos ellos novelistas en activo–prueba el punto. Coeetze, Pamuk, Naipaul, Muller, Mo Yan, Vargas Llosa. Viejas glorias, talentos discutibles pero que en general vienen a representar literaturas vivas en que, para bien o para mal se escriben novelas.
¿Por qué en Sudáfrica, en China, en Turquia y ya no en París? ¿Por qué los jamaicanos, los pakistaníes en Londres y no los ingleses? La razón creo que tiene que ver con la naturaleza misma de la novela. La novela es un arte funambulesco. Se parece a caminar sobre la cuerda floja. Para que esta caminata tenga sentido tiene la cuerda que estar lo suficientemente tensa. En un extremo de la cuerda están las leyendas que contaban los padres, los mitos del pueblo, la épica oral, en otro extremo están los informes sociológicos, las tesis universitarias, el discurso culto. La novela cuenta el camino entre uno y otro que emprende lo que por naturaleza han quedado excluido de estos dos mundos. Judíos en nueva york, normando en Paríss (en el siglo XIX). Necesita así comunidades en duda, necesita sujetos en tránsito. Esos sujetos, la clase media que viaja del mito al informe, se encuentra cuestionada, puesta en duda, absolutamente disgregada. La novela que produce, las de Goytisolo por ejemplo, retratan esa perplejidad. En medio de la cuerda floja esa clase media europea que creyó en una serie de seguridades que caducaron de pronto, se ha puesto a mirar el vacio bajo sus pies. El resultado es una sensación de vértigo infinito.
MARTÍN KOHAN (Argentina)
1- 2- 3- Confieso que, si de impacto tecnológico se trata, no soy la persona más indicada para pronunciarse. Leo libros en papel. Y los escribo en papel también, no uso la computadora. No es que milite contra la tecnología, lo que me parecería estúpido, sólo sigo mis gustos personales; y mis gustos son tocar el papel en el que leo, escribir a mano lo que escribo.
Si hay un género que se alimenta de sus propias puestas en crisis, en lugar de languidecer por ellas, es la novela. Convertirse en otra cosa es a mí entender un signo de vigencia, no de agotamiento.
LINA MERUANE (Chile)
1- 2- 3- Esta pregunta –se acaba o no se acaba la novela– parte de una premisa apocalíptica, instalada por intelectuales que insisten en mirar hacia el pasado en busca de refugio o de modelo. Pienso en el discurso derrotista de Vargas Llosa sobre la cultura actual, y en este planteamiento acaso también agobiado por las supuestas precariedades de la escritura actual. Contestar a esta pregunta sería caer en las trampas de este discurso sin salida, sería confirmar o permitir que nos domine un pensamiento sin imaginación de presente, que surge enmarcado por un modo especifico y fijo de pensar el género, uno que no comprende que la escritura es como el lenguaje: fluido, adaptable, fruto de su tiempo. Pienso que hay que resistirse a estos discursos –se acabó, o se acabará y cuándo y a quién culparemos de su acabamiento– a través de la acción de una escritura fresca y de la reflexión sobre un tiempo que nos desafía éticamente. Que se acabe o no la novela no es, a mi juicio, importante; importa, más bien, la posible continuidad de espacios creativos y de escrituras que piensen y sobre todo desafíen el mundo que nos toca.
JAVIER MONTES (España)
1- 3- Lo que está en juego aquí no es exactamente algo relativamente poco importante como la supervivencia de la Novela como forma, sino algo mucho más profundo, y quizá incluso a nivel neurológico: la capacidad de los nativos digitales para el acto de atención exclusiva y prolongada en el tiempo que supone la lectura de textos extensos, con argumentos complejos, digresiones, referencias cruzadas, evocaciones puramente imaginarias, descripciones verbales, etcétera.
En este sentido, los que nos hemos formado durante la infancia y adolescencia en un mundo analógico de lecturas, escritura y libros «tradicionales», por mucho que nos hayamos habituado a las nuevas tecnologías, estamos separados por una brecha casi fisiológica de quienes ya nacieron en un mundo donde la adquisición de información y conocimientos fue desde el principio predominantemente digital y «por pantalla interpuesta».
Y la gente de mi edad somos el «furgón de cola»: nacimos justo en la brecha que separa ambos mundos. Somos jóvenes (más o menos) pero en realidad «viejos» en un sentido digital. Quizá a mis 35 años tengo más en común (ojo, solo en ese sentido) con una persona de 70 que con una de 18 o 20 años.
Sobre este asunto recomiendo mucho la lectura de «Superficiales», de Nicholas Carr, que no es un libro «contra» las nuevas tecnologías, sino un estudio de como esas tecnologías afectan a la formación y el funcionamiento y los mecanismos de aprendizaje de nuestro cerebro. Está por ver si los nativos digitales que ahora van alcanzado la edad adulta mantendrán en el futuro los hábitos de escritura o lectura «tradicionales»: lo veremos en los próximos veinte o treinta años (si llegamos vivos).
GUADALUPE NETTEL (México)
1- 2- 3- Mi generación ha visto tantos fines de tantas cosas que no creemos en lo más mínimo en el final de algo. El mundo va cambiando y la novela se va adaptando. Otra cosa es que haya tipos de novela que se escriban menos pero surgen otras formas y no por ello dejan de ser Novelas.
EDMUNDO PAZ SOLDÁN (Bolivia)
1- 2- 3- Vivimos en una ecología de medios en la que la novela no ocupa un lugar central, pero no creo que eso signifique su muerte ni mucho menos. Más bien, creo que su estado marginal le da mucha más libertad para hacer todo tipo de exploraciones formales y temáticas. La novela como género se ha mostrado muy capaz de sobrevivir al entrar en diálogo con los principales medios de su momento histórico. Hace más de un siglo los apocalípticos decían que con la llegada del cine se acababa la novela, pero la llegada del cine fue uno de los factores para la renovación novelística de principios del siglo XX. Lo que tenemos que hacer hoy es enfrentarnos a las nuevas tecnologías, dialogar con ellas, apropiarnos de algunas de sus estrategias narrativas, ver qué nos sirve y a la vez seguir profundizando en todo aquello que la novela puede hacer mejor que otros géneros.
JOSÉ PÉREZ REYES (Paraguay)
1- 2- 3- Siempre habrá un camino más para recorrer, una ciudad en la que dar más vueltas y vueltas, y entonces el movimiento resulta incesante, cada época imprime velocidad según sus impulsos pero la novela no podría llegar a su fin, en todo caso se habla del fin de la novela como si fuera un “tema”, también recurrente, pero el supuesto tono apocalíptico ya no causa alarma, siempre habrá alguna obra que cause curiosidad o asombro.
Siempre habrá un mundo entre real y ficticio que construir entre lectores. Aparecerán nuevos formatos y se irán ampliando con recursos multimediáticos que amplíen la exploración entre líneas que una novela pueda sugerir.
La novela surgió en períodos de cambio y se adaptó a otros cambios a lo largo del tiempo, eso está en su esencia misma. Todo confluye en la novela, es como un gran delta.
PILAR QUINTANA (Colombia)
1- Me parece muy difícil hablar de una esencia de la novela porque es un género que lo admite casi todo. Pero si por novela queremos entender la novela total, creo que hoy en día hay autores que las están haciendo. Algunas de Murakami o Bret Easton Ellis, por ejemplo, tienen ese sabor. Están construidas como las novelas decimonónicas, son grandes novelas, quieren abarcar el mundo y contarlo todo, desde el detalle del vestuario de un personaje hasta lo que mueve a la sociedad. Pero, por otro lado, son completamente contemporáneas y originales. Están llenas de referencias pop, tienen monstruos y coquetean con la ciencia ficción o el fantasy. Esto me parece muy interesante, muy novela del siglo XXI.
2- No sé cuántas veces he leído y oído decir, en ensayos, artículos y eventos literarios, que la novela no tiene futuro, que la novela es una especie en vías de extinción, que la novela se acabó, que las novelas de antes, esas sí, eran novelas. Lo decían en el siglo pasado y lo decían en el antepasado. ¡Y nunca han dejado de escribirse novelas! Hoy en día se escriben novelas buenas y malas, como en todas las épocas. Lo que creo es que tendemos a pensar que las de antes eran mejores porque las que permanecen y consiguen llegar hasta nuestros días son las mejores de su época. En cambio las otras, las no tan buenas, las mediocres y las malas, que siempre son las más, se van olvidando y perdiendo en el tiempo. A nosotros, en nuestro tiempo, nos abruma la cantidad de novelas mediocres que aparecen porque están presentes, porque este es su tiempo.
Pero en cien o doscientos años, cuando el tiempo ya haya hecho su selección natural y solo queden las novelas buenas de hoy, tal vez haya quien diga que en el siglo XXI sí se escribían novelas de verdad y que es ahora que el género se está extinguiendo.
3- Todo lo contrario. Más bien creo que las nuevas tecnologías están abriendo y democratizando el mercado editorial. Gracias al Kindle y al Internet he podido leer novelas que no se consiguen en mi país y leer a autores que no son tan conocidos en nuestro medio. He pagado menos por novelas que en papel salen muy caras y he conseguido muchas gratis (y no solo las clásicas). He sabido de autores rechazados por las editoriales que se han publicado a ellos mismos y están vendiendo bien, abriendo nuevos mercados y publicando novelas de género que a veces no les interesan a las editoriales tradicionales, pero sí a ciertos públicos. En suma, me parece que ahora hay más oferta, que hay para todos los gustos y que más gente tiene acceso a la lectura.
MAYRA SANTOS FEBRES (Puerto Rico)
1- Una novela es una novela y, la verdad, siempre que un escritor empieza a definir un género literario en el que cree que escribe, termina haciendo un pegote terrible. Sin embargo, tiene que hacerlo para profundizar su propio entendimiento de práctica literaria y transferir sus reflexiones a la especie. Pero es un intento incompleto por la naturaleza misma del ejercicio. Los géneros literarios son meras clasificaciones o taxonomías que no definen del todo ni la naturaleza ni de la práctica literaria. Así como Montaigne definió un ensayo como un género de reflexión «abierta, sin forma, etc» para hablar de eso que el pretendía escribir, así muchos han intentado definir una novela. Terminan diciendo que es un género de ficción, de gran amplitud, escrito en prosa, donde caben todos los otros géneros literarios, lo cual es una definición bastante difusa; la reconstruccieon de un mundo, la crónica íntima de un pueblo y cosas por el estilo, que temrinan siendo generalizaciones, algunas bastante geniales, pero superables. Creo que de eso se trata, de seguir instigando el diálogo que profundiza acerca de una práctica humana a los que muchos nos sentimos llamados y descubrir su misterio. Nunca lo haremos del todo. Cualquier contribució- y más la de un escritor como Juan Goytisolo, es más que bienvenida.
Las definiciones y redefinición aumentan al diálogo y al conocimiento de lo que hasta ahora vemos que es una novela, pero no puede definir su esencia porque esta muta a lo largo del tiempo y del espacio.
En cuanto a los cambios que pueda sufrir la novela de cara al nuevo paradigma tecnológico- esta discusión ya la tuvimos en la especie y la tenemos cada vez que ocurre un descubrimiento tecnológico- que va a desaparecer la literatura (novela, poesía, o eso que llamamos «calidad literaria) con la llegada de la imprenta, las computadoras y ahora el internet; es decir con la apertura del acceso de más gente a producir eso que llamamos «Literatura». De que algo va a cambiar, algo cambiará; pero cada tanto se nos olvida que la tecnología es un medio, no un fin en sí mismo. Es un instrumento que nos hace más fácil y más feliz la vida a muchos escritores del planeta.
Y bueno, si desaparece eso que llamamos «novela» a cambio de que más gente tenga acceso al conocimiento, a los libros, al Saber, pues que desaparezca. Ya nos inventaremos otra cosa que la suplante.
2- La novela no está en fase de extinción, sobretodo en países, culturas y desde perspectivas que anteriormente se han visto como minoritarias o inclusive como incapaces de gestar literatura. Las mujeres estamos escribiendo más novelas, de maneras diferentes, de larga o corta extensión, ganando más premios literarios. Lo mismo los gays, los caribeños y demás hispanoparlantes negros; todos revolucionando lo que se entendía como novela, no por el uso de tecnología, sino por la inclusión de nuestros saberes, experiencias y sensibilidades estéticas divergentes en el desarrollo y práctica del arte de escribir novelas. No, definitivamente, la novela está vivita y pujante, al menos en este lado del mundo creativo.
KIRMEN URIBE (España)
1- 2- 3- Siempre he desconfiado de las lecturas apocalípticas. Mi padre cuenta que cuando era joven, su abuelo le decía que tuviese mucho cuidado en la calle, con «esos carros sin caballos». «El mundo se ha vuelto peligroso», le decía. Parece ser que cada persona asocia con lo que él ha conocido lo bueno, y desconfía de lo que vendrá después. Me viene a la mente el maravilloso libro de Stefan Zweig El mundo de ayer donde cuenta cómo se ha caído el mundo que él ha conocido. Zweig pensó que todo había acabado y se suicidó. Pero el mundo sigue girando.
Soy consciente del momento en que vivimos. Sé que estamos viviendo un momento difícil, la venta de novelas ha caído en picado, están cerrando librerías, las obras que más se venden no son siempre las de más calidad. Creo que está cambiando la manera de leer y por consiguiente, la de escribir. Vivimos a una velocidad de vértigo que nos dificulta detener el tiempo y disfrutarlo, por ejemplo, leyendo una novela. Pero también es verdad que mi generación lee mucho más que la de mi padre, que no tenía casi acceso a la cultura.
Quiero creer que con las dificultades que está viviendo la industria editorial, o el mero cambio de soporte no acarrearán la desaparición de la novela (aunque parece ser que haya corporaciones empeñadas en ello). El poder siempre crea un contrapoder, dijo Foucault, y los escritores sabrán sacar cabeza en esta nueva situación. Dos botones de muestra: mi editora en Japón me decía que con el libro electrónico han ganado en lectores, que nunca ha habido tantos lectores en Japón. Están los de papel y están los digitales. En EEUU, aunque grandes cadenas como Borders han caído, están surgiendo muchas casi orgánicamente nuevas librerías, pequeñas librerías literarias que cuidan al detalle al lector.
Al mismo tiempo, considero que la forma misma de la novela cambiará. Cambió con la aparición del periodismo, de cine, de la televisión y está cambiando con las nuevas tecnologías. Se están creando nuevas formas de novela. Cuando se publicó Manhattan Transfer de John Dos Passos, una obra inspirada en el montaje cinematográfico, hubo un crítico que la calificó como «una explosión en una cloaca». Pero a mucha gente de su generación le pareció una obra maestra. Ya dijo Bajtin que la novela incorpora aquellos cambios que se dan en la sociedad, que está muy atenta a toda transformación y su reflejo en la cultura popular.
No, la novela no desaparecerá, cambiará pero seguirá viva, porque no hay mejor manera para reflejar la complejidad del pensamiento y las emociones humanas. La novela cuenta aquello que no hemos vivido, completa la realidad, y además, lo hace de una manera muy plural. Cambiará de forma, cambiará el soporte, los lectores cambiarán, pero la novela seguirá viva.
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ (Colombia)
2- Creo que la novela seria, para usar términos que son más bien atajos, ocupa hoy un lugar menos central que hace unas décadas. Creo que ha sido ligeramente desplazada a los márgenes de la sociedad. Pero decir que está desapareciendo o en vías de extinción sólo puede ser ignorancia o pereza o narcisismo: los lectores hemos compartido el comienzo del siglo con Austerlitz, 2666, El atlas de las nubes, Tu rostro mañana, Las benévolas, Anatomía de un instante y muchas más. No, la novela está muy viva. El grito sobre la muerte de la novela suele más bien referirse a la muerte creativa del que lo profiere, y suele también esconder el desespero de no haber logrado lo que se quería. Espero que no sea el caso de Goytisolo.
3- Soy más bien escéptico frente a las nuevas tecnologías, y sí creo que ciertos lectores de ficción, entre los que me cuento, tienen una relación con la página de papel que es muy difícil explicar a los demás. Además creo que tiene razón Umberto Eco cuando nos recuerda que el libro nació perfecto: como la rueda, es en esencia inmejorable. El libro electrónico tiene muchas ventajas, pero también muchos problemas, y en su auge presente hay mucho de superchería y de consumismo. Pero nada de eso le importa a la novela, que es una invención inseparable de una cierta concepción humanista del mundo. Si la novela se acaba, será porque algo se nos ha muerto por dentro, no porque se lea en un Kindle.