Oliverio Coelho es jurado del Premio La Bestia Equilátera de Novela, junto con Lucía Puenzo y Luis Chitarroni. Por acá les dejamos un perfil sobre él, y sobre su relación con la literatura, que salió en La Nación.
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Oliverio Coelho se tropezó en una calle de Estambul y se abrió el mentón. Sangraba mucho y debió ir al hospital. Era 1999 y el médico turco que lo cosió nunca supo que las puntadas que le daba se convertirían en el principio de una excitante novela. «Toda la situación de extrañamiento, ir al hospital turco, que me cosan y andar casi mal herido por la calle produjo una especie de alucinación continua. Ahí empezó a organizarse Tierra de vigilia [su primera novela]. Salía y recorría los barrios periféricos de Estambul observando cómo vivía la gente para tratar de colar por esos intersticios los personajes que ya tenía en la cabeza», cuenta.
Nacido en 1977 y con siete libros publicados, Coelho es uno de los escritores más prolíficos de la nueva generación. Persona de hábitos nocturnos, trabaja en un pequeño altillo que hay sobre su cuarto, en su casa de Boedo. «Empiezo a escribir después de medianoche; mientras más tarde, mejor. Lamentablemente es algo irreversible. Me gustaría despertarme a las siete de la mañana y empezar a escribir con la mente en blanco. Pero desde chico me levanto tarde y me acuesto tarde.»
Redacta en una PC de escritorio y sobre un teclado viejo y pesado, que suena casi como un pequeño órgano. «Me gusta sentir el peso de cada tecla. A los 13 años hice un curso en la Pitman y me acostumbré a presionar las teclas muy fuerte. He roto algunos teclados. Incluso mi mujer, mientras duerme en nuestro cuarto, abajo, me oye», dice.
Redacta en una PC de escritorio y sobre un teclado viejo y pesado, que suena casi como un pequeño órgano, prefiere las horas de la noche.
Hay sobre el escritorio de Oliverio (y muy pronto la habrá sobre el de su editor) una nueva novela terminada a la que sólo le resta un detalle menor: el título. «Nunca escribo pensando en los títulos, siempre los encuentro al final. Generalmente uso el mismo título provisorio.»
Lejos de Emily Dickinson, para quien la publicación era un hecho secundario, Coelho, que ha visto aparecer su primera novela a los 23 años, le otorga una gran relevancia. «Pasar al estado público cambia las reglas de juego para un escritor, empieza a tomarse en serio. Antes de publicar, uno suele preguntarse: ¿y si todo esto fuera en vano?»
Devoto lector de Céline, de Borges y de Arlt, Coelho pertenece a esa casta de escritores que priorizan el trabajo sobre la lengua al trabajo sobre la trama o la construcción de los personajes. «No siempre tengo un plan. Pongo más el acento en el lenguaje que en la trama. Siempre fui consciente de que para que una novela funcionara debía arriesgar ahí. Excepto por mi última novela, las tramas son secundarias para mí. No es que crea que la literatura es así, pero, en mi caso, funciona de esa manera.»