Le planteamos a Paola Galano (periodista, redactora de Espectáculos y Cultura del diario La Capital de Mar del Plata) una situación hipotética: aparece un mecenas ideal, afín desde todo punto de vista (político, ideológico, económico, etcétera), y te ofrece financiar un proyecto cultural que tengas en mente. ¿Qué proyecto sería? ¿Qué características tendría? ¿Cómo lo realizarías? Esto nos contestó:
Vivo en Mar del Plata, a dos cuadras de la avenida Jara, un lugar mayoritariamente habitado por la comunidad gitana. En mis caminatas los observo de reojo, veo la ropa colgada de las rejas de sus casas, secándose al aire, veo cómo venden y compran autos (rubro al que se dedican), sus casas sin césped, construidas sin paredes internas, como en la época en la que vivían en carpas. Ellos sentados en las veredas o adentro de los autos, quietos, tomando el fresco de la tarde o la mañana, ellas con sus polleras tan vistosas y siempre niños y niñas muy desarreglados. Los escucho hablar en su idioma que, intuyo, suena a Europa del Este. Todos salidos de un filme de Kusturica. Las imágenes son tan vivas que no puedo menos que pensar en un documental que refleje sus historias, su manera de vivir, de pensar y sus creencias en una ciudad que parece no tenerlos en cuenta, una ciudad que siempre está mirando para otro lado, engolosinada con el turismo, con Capital Federal y con otras centralidades. Las imágenes de la comunidad gitana me llaman y son tan fuertes que me invitan a saltar de registro, de lo gráfico a lo audiovisual. ¿Cuántos son? ¿De dónde vienen? ¿Cómo se las ingeniaron para mantenerse aislados? ¿Por qué parece una comunidad precapitalista? ¿Cómo es el hombre gitano y cómo la mujer, y que problemáticas de género los atraviesan? Adhiero a la idea de que en lo particular está la clave de lo universal. En lo que pasa cerca de donde estás hay señales de tu misma identidad. No muy diferente a “pinta tu aldea…”. Deseo materializarlo, creo que es una historia que me (les) debo contar.
Foto: Marcela Golfredi