Nora García leyó «Clavelina», la última novela de Eduardo Kovalivker, y escribió estás líneas que desglosan la novela a partir de su narrador y su vínculo con la palabra.
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Bucear en el pasado es una actividad que termina convirtiéndose en búsqueda de identidad propia o ajena. Este narrador lo hace en CLAVE de literatura, de libido que evoca una pasión con nombre propio y que le permite reconocerse distinto después de ese encuentro. El mismo narrador se asume como un escritor prolífico en ideas que se ve sobrepasado en un momento de su vida por los hechos que le impiden ser designados con las palabras adecuadas porque a veces el lenguaje no alcanza para denotar el mundo. Y es precisamente el lenguaje el que va a permitir sacar del ostracismo a seres para quienes la lecto-escritura es un hecho ajeno, y su adquisición constituye un hecho trascendental y libertario. La apuesta de superación a través del conocimiento siempre constituye un desafío que vale la pena transitar, aunque el éxito dependa de factores que son ajenos a las mejores intenciones. Clavelina quiere mostrarnos una pasión en forma de mujer, una palabra de género femenino y un tiempo que reitera una y otra vez los hechos trascendentales en la vida del narrador.